La anécdota original de este relato, es decir el juramento a Evita por parte del protagoinista del mismo fue cierta. Este cuento lo escribí en homenaje a mi querido amigo Enrique Oliva, que nos dejó un 28 de febrero de hace cuatro años. Con su enviadiable memoria, siempre tenía anécdotas de su vida de periodista, de sus viajes por el mundo como periodista corresponsal, con sede en París Por supuesto también de su vida de militante político, que eso fue Enrique un militante del proyecto nacional y popular, al que le puso el cuerpo, el corazón y por supuesto su inteligencia superior. En caminatas por su barrio, en interminables cafés tomados en La Biela, donde los mozos lo saludaban con cariño, y jovenes y viejos políticos, periodistas pasaban a saludarlo por la mesa, contó esta anécdota.Me produjo una emoción profunda, me acercaba a Evita, como un ser de carne y hueso, antes de que Perón ganara la presidencia, antes del 17 de Octubre de 1945. Reafirmaba que desde el comienzo de su actividad junto a Perón , ella estuvo vinculada a los sindicatos, siendo ella misma parte de uno , el de los trabajadores radiofónicos. El resto del cuento es trabajo de evocación de esa emoción inicial; es imaginación y trabajo, mucho trabajo de corrección. Mi mayor reconocimiento fue que Oliva llegó a leerlo y aprobarlo, porque pensaba que había logrado trasmitir la idiosincracia de los personajes. En recuerdo al maestro y amigo.
ASTOR, GANO
“Y el amor y el dolor, que eran de veras, /
gimiendo en el cordón de la vereda”
(Eva, de María Elena Walsh)
“No habrá ninguna, ninguna….con tu piel y con tu voz“, susurra como si rezara, una oración tanguera, la que ella merece. Esa piel, blanca, traslucida, que el maquillaje no lograba ocultar. Esa piel, “magnolia que mojó la luna.”... Una muñeca de porcelana, eso parecía una frágil muñeca de porcelana. “Más frágil que el cristal fue tu amor” aunque el mío perdurará para siempre, se anima a confesar y sabe que muchos otros sentirán lo mismo.
Este va a ser un funeral de tango, y Astor si algo sabe es de milonga, de ”fuelles que rezongan”, de “barrios plateados por la luna” y de milonguitas afrancesadas para cobrar mejor sus favores “Luces del centro, trajes de seda, fama y prontuario, plata y amor”, como dijo el poeta.
La creyó una milonguita, una atorranta. Pero también sintió que necesitaba ayuda. Frágil, esa palabra lo ronda desde que la vio por primera vez. Un hombre de verdad puede salvar a una mujer débil, lo dice Manzi: “Varón para quererte mucho/ Varón para desearte el bien/ Varón………..“.
No era una mina[1] frágil. Esa voz, por momentos “murmullo que entibió el amor”, pero fuerte para castigar a los poderosos; cuando se enojaba era despiadada. Muchos le temían, aún cuando ya estaba enferma, porque sus ojos no dejaron nunca de mirar hasta el fondo del alma, ni dejó de putear cuando se embroncaba[2]. El también le temía, o mejor dicho temía no cumplir con las expectativas de ella, era difícil saber qué esperaba de cada uno. Sus manos apretan el borde del ataúd, la mejoraron mucho después de muerta, hasta se parece a aquella rubia que lo paró en el bajo, cerca del Correo Central, y él detuvo el taxi seguro que salía de algún cabarute[3] y esa noche andaba medio mimoso. Tuvo el tupé[4] de creer que era fácil, como tantas en su vida. Muchachas ambiciosas de lujos y placeres; ansiosas de salir de cuartos alumbrados a kerosene y escapar del destino de sus madres llenas de hijos lavando en piletones de agua fría, que se deformaban las manos de tanto trabajar y sostener en los brazos bebes que se prendían a sus pechos fláccidos. Tuberculosas, fabriqueras que soñaban con príncipes azules y que terminaban escapándose con jailaifes[5] peinados a la gomina que las vendían entre sus conocidos. No te hagás el moralista, se dice Astor, fuiste un chorro[6], ladrón de minucias por eso te agarró la yuta[7] y te comiste cuatro años a la sombra, “bacan[8] de la ganzúa[9], por pura vocación”. Allí descubriste que había delincuentes en serio, ladrones de cosas grandes, estafadores finos que se codeaban con lo mejor de la sociedad. Nunca tan sin códigos como algunos que ha conocido en los últimos seis años y que tienen cargos públicos. Algún lagrimón rueda por su mejilla, lentamente piensa que ella no va a estar más para echar mercaderes del templo, con esa furia con que arremetía contra los transfugas y estafadores de guante blanco, arribistas, negociantes que sólo querían llenarse los bolsillos. “Mina fiel, de gran corazón”, se jugaba por sus amigos, ese día de enero hacía mucho calor, pero la agenda marcaba que era de esas pocas tarde libre que tenía la rubia y ellos habían terminado el nuevo local del sindicato. Habían anunciado que la compañera, la Señora iba a estar presente. La gente desde temprano se había arremolinado en el salón, sólo esperaban verla, escucharla, estar cerca de ella.
-Pepe me duele la barriga- fue lo primero que le dijo al encontrarse para el acto .La barriga, la panza, los ovarios, hermosa y enferma pero no lo sabían entonces, ni ella, ni él, ni nadie. Lo único que supo es que en vez de desmayarse, en vez de irse a la cama o llamar al médico como hubiera hecho cualquiera más frágil, se fue con el diputado, con él, con José Astor, a la inauguración del nuevo local del sindicato de chóferes y allí les habló a los muchachos con esa voz entrecortada, con el dolor que la atravesaba de lado a lado, que se le clavaba como una lanza de los oligarcas, que no sabían pero después se alegrarían de su enfermedad. Ella firme, le tomaba de la mano, le pedía un vaso de agua, a él, a Astor su diputado de confianza, como gustaba llamarlo en público. Se desmayó al terminar el acto y esa fue la primera señal de su calvario.
Percanta[10], qué vas a decir Astor, se pregunta, te amuró[11] en lo mejor de tu vida? Te dejó el alma herida? No seas desagradecido, ella en verdad te dio lo mejor de tu vida rante[12]. Hasta te mejoró el alma. Pero como se notaba ese prontuario, la rubia lo sostenía con sus manos nervudas, de dedos delgados, de uñas rojas, parecía pesada la carpeta. Allí figuraban los cuatro años en cafua[13], entre caneros y pesados. Adentro salvaban, los cuentos que sabía hacer sobre minas con vento[14] y aventuras de cabaret mistongo[15]. Lo respetaron en la ranchada, era habilidoso para armar cigarrillos, arreglar calentadores, sabía apaciguar conflictos, debe reconocer que labia nunca le faltó, por eso piensa que tan mal papel no hace en la política. En el gremio nunca tuvo grandes problemas, sabía como hablarles a los muchachos, una vez el Gordo Cooke le dijo que tenía “mística”, no entendió mucho pero comprendió que era algo así como lealtad, como se la tiene a ese Gordo que sabe tanto, que ha leído y estudiado, explica tan clarito la política, aunque para su gusto le hace falta un poco más de calle, un poco ingenuo el hombre, no todos los que él cree son buenos o quieren cambios. Ella fue la que le dijo hacete amigo de ese Cooke, ese es decente, ese no es traidor, no es ladrón, aprendé y hacé lo que te pida.
-Señor presidente moción de orden, se corte la lista de oradores-, ese era su rol, el gordo le hacía una seña, como en el truco, él levantaba la mano. Siempre igual, sin esperar un segundo, obediente. A cambio el Gordo Cooke sin que nada le obligara, le explicaba antes la importancia de las leyes puestas a votación, la estrategia, a quienes convenía dejar hablar y a quienes había que interrumpir o cortar la sesión antes que hablaran.
En fin para colmo ahora esto, la muerte como una bruja mala que se lleva a la princesa de los cuentos. “Estercita y Mimi como Ninon dejando sus destinos de percal vistieron al final mortajas de rayón, al eco funeral de tu canción”. Qué solo te vas a quedar hermano, a ella le preguntabas las cosas importantes, ella te alentaba, vas bien Astor, cumpliste la promesa, seguí así.
Linda y fatal. En medio de la madrugada el pelo rubio, los guantes largos de seda, el tapado de piel y el vestido negro, ajustado, todo eso daba para pensar. No reparó en el carácter, pensó en cómo se la levantaba, y después en cómo sería en la cama. Pilchas
[16] de bacana, tendrá un otario
[17] para pagar las cuentas. Subió segura y dio una dirección en plena Recoleta, calle Posadas, era una atorranta de barrio que picó alto, su sabiduría de calle le dictó la conclusión. Olía bien y decía las cosas cortante, segura. Mucho vento debe tener el tipo, cuanto más dinero más orgullosas se ponen las minitas. Si sabría él de mujeres, de vida de la noche, champaña, fiolos y mantenidas “Noches de fandango, copa a copa, embalado en la locura del alcohol y la amargura” Debe confesarse que siempre fue medio tarambana
[18]. De chico le tocó ver como su hermana la mayor, la más linda, se enganchaba con un supuesto bacán que la puso en un cotorro
[19] a trabajar de puta La abandonó en la calle cuando ya estaba media estrolada
[20]. El y la madre se compadecieron y la llevaron a la pieza del conventillo, al tiempo tuvieron que internarla en el loquero porque el chancro
[21] se le subió a la cabeza. Le van a hablar de pobreza y de injusticia, se peleó a puñetazos con el capataz de la fábrica cuando aun no tenía prontuario quedó en la calle, empezó a jugar y a malograrse, aunque en la fábrica y en el conventillo conoció a muchos anarquistas, gente buena, luchadora.
Después se dedicó al choreo con un socio que lo traicionó y pagó en la cárcel las culpas de los dos. Eso si lo suyo nunca fue la violencia, siempre sin armas, siempre de parla, soñaba con ser un estafador de esos capaces de vender buzones, o los internacionales como los que se veían en las películas y que conocían a una mina rica que se enamoraba de ellos y los redimían.
En parte ese sueño se cumplió, el fue redimido por una mujer; aunque nunca se haya enamorado de él, pero confiaba, qué cosa rara esto de que una mina sea una amiga, más fiel que los amigos que tuvo en su vida. Eso si exigía la misma lealtad que ella tenía para su gente, sobre todo lealtad a la Causa, así con mayúscula, a su marido, pero sobre todo a sus grasitas, como los llamaba y hasta la voz se le enternecía y la mirada se dulcificaba.
Desde esa noche, que paró el taxí, esta que mira en el ataúd le rompió los esquemas, le dio vuelta el marote[22], ”mina que te manyo de hace rato”, pero era distinta. Como todas las de la calle, las pobretonas, pero diferente. Comenzó a darle conversación, a preguntarle si era el dueño del taxi, cuantas horas trabajaba por día, -Seguro más que vos - fue la última vez que contestó de esa manera. Desafiante ella le dijo -Y vos qué sabés de mi para decir eso - se quedó esperando la respuesta. -Decía nomás, seguro venis de divertirte y vas a dormir hasta tarde- apenas farfulló. Allí aprendió algo de su carácter -Sos un ganso- dijo ella casi con ternura, -Un pobre tipo que se cree vivo, a ver estás en algún sindicato?, sabés cuáles son tus derechos?, pero te haces el piola con una mina que no te puede partir la jeta de un tortazo- El trató de conciliar. -No quise ofenderte pebeta-, todavía se creía con posibilidades de terminar la noche en un bulín mistongo, en la calle Posadas, porque si de algo le servía la experiencia es que los otarios que pagan cuentas duermen con sus esposas, no con las milonguitas -Ninguna pebeta, a mi me llamás señora-, retrucó con fiereza. Lo puso en su lugar, era raro lo que le pasó esa primera noche, de sentirse ganador cuando la vio parada con el tapado de piel, en medio de la noche y debajo del sombrerito brillaban sus cabellos rubios, como una aparición en la noche fría y neblinosa. Se creyó un ganador y después de lo que ella le dijo un gilastrun[23] que se hacía el vivo con las minas creido de su pinta gardeliana. Siguió azuzándolo con eso de que tenía mente de esclavo, de los derechos y las ocho horas de trabajo, y estaban ya en la puerta del edificio, pero no se bajaba, -Sos de la Capital- dijo entonces la rubia. -No, señora, vine de Cnel Pringles, allí nos moríamos de hambre después que se murió mi viejo, así que vinimos del campo a un conventillo, mi vieja y mis hermanos, todos amontonados-.
-No querés mejorar en la vida- dijo y le pareció un chiste, casi una burla, no le iba a decir que trabajaba de peón de un comisario, porque a un tipo con su prontuario no le daba trabajo nadie, así que el dueño de ese y otros coches lo tenía bien agarrado. Pero ella se impuso y le pidio nombre, apellido, anotó en un papel. El se puso algo inquieto, pidió disculpas por si la había ofendido. Estoy jugado pensó Astor, si me denuncia puedo ir en cana, pero ella siguió, -Viste donde te paré hoy, ahí en el Correo, tengo una oficina, vení el martes próximo y traete dos o tres taxistas, peones como vos, nada de patrones, peones, entendiste– y lo miraba fijo sin bajar los ojos. -Venite a eso de las cinco de la tarde, te voy a enseñar lo que es trabajar- y le extendió una tarjeta, leyó el nombre y ahí la reconoció, había salido en las tapas de las revistas, esa voz la había escuchado en la radio, ahora andaba con ese Coronel de la Secretaria de Trabajo y Previsión.
Pensó en Malena cuando ella desapareció detrás de la puerta y si aquellos versos de ”te siento más buena, más buena que yo”, se los habría inspirado una mina como esta, “a yuyos del suburbio su voz perfuma, Malena tiene pena de bandoneón”.
Ahí metida en ese cajón, tan flaquita, tan sola, tan muerta, seguro que fue más buena que él, que todos, no la podía ver tan enferma, tan dolida, tan sin consuelo por tener que dejar cosas sin hacer, -Astor- y le tomaba la mano cuando la visitaba, -no me queda tiempo, qué lástima que me voy a morir, festejan los oligarcas?, Decime, festejan, no?- Y él que le decía -Señora que van a festejar, todos quieren que se mejore, va a ver que fiesta hacemos no nos va a alcanzar la Plaza de Mayo- Se iba llorando, el que se bancaba cualquier cosa, lloraba como una mina, lloraba por la linda rubia que subió una madrugada en su taxi y nunca se fue de su vida, ni ahora que está en ese jonca[24], rodeada de flores, de crucifijos, de bronces. Ella estaría asustada de tanto silencio, de tanta pompa; afuera están sus grasitas, llorando, rezando de rodillas bajo la lluvia, esperando -porque no la han visto en el cajoncito- el milagro, no puede ser que se muera, ella va a volver, ella no se puede ir, ella no puede dejarme, se atreve a pensar, quisiera abrazarla y sacarla de allí, llevarla lejos, hacerla feliz....qué estas pensando chabón? “La voz triste y sentida de tu canción desde otra vida me dice adiós, adiós”. El fue aquel martes, con la esperanza de levantarse una actriz, o no sabía muy bien que yeite[25] era ese; se llevó dos peones más jóvenes, por las dudas tuvieran que hacer algo esforzado. Los recibió detrás de un escritorio, tenía el pelo suelto y ropa informal, parecía una jovencita y no la mujer sofisticada de aquella noche que paró el taxi. Volvió con el tema de lo importante de organizarse en sindicatos, que los chóferes no tenían defensa ante los patrones y que el Coronel y ella querían darnos una mano y que ella me había pedido a mi Astor que los llevara a ellos, los otros que miraban asombrados de ese lenguaje, para que formáramos una comisión y que yo o sea Astor, fuera el Secretario general del gremio. A esa altura entendí, y el otario en ese lugar era yo, pensando en levantes, ella me estaba dando una oportunidad y ahí recordé el prontuario.
Entonces le pareció que debía decirlo antes que ella lo descubriera. -Señora, puedo hablar a solas con ud-, lo llevó a un rincón más apartado, -Qué querés te da miedo, arrugaste, sos un flojo- lo apuraba desafiante. -No señora lo que pasa es que tengo prontuario- casi no se oía, parecía que se confesaba. Se acordó del tango y lo único que le faltaba era ir a misa e hincarse a rezar. “Me miran sin comprender”, los muchachos que iban con el tampoco entendieron mucho, pero se quedaron hasta que ella lo llevó aparte nuevamente, esta vez a otra oficina. En sus manos la fatídica carpeta. -No sos un niño de pecho- le dijo sobradora, -pero tampoco un gran canalla- Eso le dolió un poco. -Todo lo podemos arreglar, pero vas a tener que prometerme algo-. Se sintió desnudo ante la rubia, ella sabía todo lo peor de él, pero se dio cuenta que no lo juzgaba. Así como la vio escuchar, abrazar, ayudar a los más pobres pero también no darse cuenta de algunos aprovechados y vivillos que no merecían ni un minuto de su tiempo. Se abatataba[26], él Astor, el diputado, frente a ella y no se animaba a decirle que la rodeaban algunos avivados. Ella podría acordarse del prontuario y decirle que no tenía derecho al pataleo. Igual ya no hay tiempo. Un verdadero pastenaca[27] se sintió frente a esos oportunistas que trataban de trepar colgados de su pollera. Un ejemplo el lío que se armó con la discusión del voto de la mujer. Hubo peronistas que no estaban convencidos de darles derecho político a las mujeres,
Tuvo que ir ella en persona y quedarse hasta el final, escuchando cada palabra que se decía en el recinto. El se animó a hablar. Fue cuando alguien de la contra los quiso hacer callar y él le dijo: -No nos callamos nada, estuvimos callados mucho tiempo y gracias a Perón y a Evita los que siempre nos callamos ahora hablamos, y es notable que ahora quieran impedir que hablen las mujeres, son nuestras hermanas y trabajan como cualquiera de los que estamos acá, por eso estoy a favor del voto de las mujeres-. La rubia aplaudía desde la balconada, y también, el Gordo Cooke lo aplaudió, a él a José Astor el que tuvo prontuario. Finalmente la ley 13010 obtuvo el voto de todos. Que alegría tenía ella, hasta se sonreía, lo abrazó y lo felicitó por el discurso.
La misma rubia que aquella tarde, rompió el prontuario en muchos pedazos liberándolo de su pasado, de sus cadenas, que le tomó la mano y le dijo -ahora me vas a prometer algo- y él Astor le dijo -lo que quiera señora-, -lo más importante es que lo cumplas-, y el contestó -se lo juro por la vieja que es lo que más quise en la vida-, -entonces me vas a prometer que se acabaron las fulerías[28], que de ahora en más vas a ser un hombre decente-. Casi como si todavía la escuchara, ahora allí frente al cadáver, a solas con ella como esa tarde, se lo vuelve a prometer, con la misma emoción, sólo un agregado las lágrimas que corren por sus mejillas, los sollozos que sacuden su cuerpo. De rodillas ante el cajón reitera el juramento que ya nadie le pedirá y que él Astor volverá a cumplir hasta el último día de su vida.
Antinoo
“Las fraces entre comillas son letras de tango”
[1] Mina: Se llamó incialmente en lunfardo a la mujer del ladrón. Hoy es sinónimo lunfardo de mujer. [2] Embroncaba: , <Del castellano bronca, disputa ruidosa o contienda. Causar enojo. [4] Tupé: Atrevimiento, desfachatez [5] Jailaife: petimetre. De la expresión inglesa hig life “alta sociedad”. Acicalado y elegante. [6] Chorro: ladrón. Del caló choreo: robo, hurto. [7] Yuta:: Yusta del italiano jergal, policía. [8] Bacán: Dueño de una mujer.. 2Muy rico y lujoso (del genovés). [9] Ganzúa: Alambre fuerte y doblado por una punta para abrir las cerraduras. [10] Percanta : amante, compañera. [11] Amuro:Incumplir una cita o dejar plantado. Aprisionar, encerrar en la cárcel. Abandonar. (del genovés amurra:encallar; italiano murare encerrarse en la propia casa). [13] Cafúa: cáarcel, lugar de detención. [15] Mistongo:mishio : pobre (del genovés: miscio, seco).
[16] Pilchas: prenda de vestir (termino común en el gauchesco como en el lunfardo).
[17] Otario: tonto, sujeto que reune las características para ser víctima de una estafa).
[18] Tarambana persona alocada, de poco juicio.
[19] Cotorro, aposento de soltero. Bulín.
[20] Estrolada: golpeada, castigada. [21] Chancro Lesión cutánea se tipo ulceroso típica de ciertas enfermedades venéreas.
[22] Marote , cabeza (del francés marotte, cabeza de cartón o madera para probar pelucas o sombreros).
[23] Gilastrun, gil: bobo, tonto.
[24] Jonca: cajón al revés.
[25] Yeite, ganga, negocio.
[26] Abatatar: turbarse, perder la serenidad. Asustarse.
[27] Pastenaca:, tonto, del napolitano significado zanahoria.
[28] Fulerías, fulero: malo, falso.