lunes, 12 de septiembre de 2011

Domingo Peronista

El domingo 11 de septiembre a las 16.30 se presentó, en la III Feria del Libro Peronista, el libro MALVINAS. La presentación estuvo a cargo de Leticia Manauta y el Dr. Francisco Pestanha. 










miércoles, 7 de septiembre de 2011

Homenaje a mi amiga María Elena Walsh

Despedida a María Elena Walsh
Leticia Manauta



“Los castillos se quedaron solos/ sin princesas ni caballeros/ Solos a la orilla de una río,/ vestidos de musgo y silencio”. Se fue al cielo de los poetas una rubia de ojos transparentes como el agua, que era tan triste que escribía canciones para niños para disimular el dolor de quien con lucidez y entereza se plantó frente a la vida.

Puede sonar a herejía esto de la tristeza, pero allí estaba en “duermo en el aljibe/ con mi camisón apolillado… Cuando yo aparezco/ todos duermen y la araña teje”. Y digo tristeza, nostalgia que conlleva la vida en su discurrir. La vida que da amor y lo quita, que da enfermedad a la que se le hace frente pero inexorable llega la muerte.

Los niños comprenden las repeticiones, sonoridades, pero también lo profundo de aquello que le es hablando con el corazón y la razón, no como caricatura aniñada sino como juego de palabras para hacer más llevadero que el tiempo pasa, dejaremos de ser niños, nos pondremos viejos como Manuelita y finalmente volveremos a la tierra.

Para escribir estas líneas sobre una mujer a la que tuve el honor de conocer, visitar su casa, a través de su compañera Sara Facio, escucho las grabaciones de esas canciones infantiles que a los adultos nos interpelan en lo profundo del corazón.

Pero un poeta no escribe solamente para los niños, sino que marca territorio. “Otoño Imperdonable”, aquel libro adolescente que le dio premios, y el reconocimiento de Juan Ramón Jiménez (otro poeta). Escribe canciones / poemas “que vivos los ejecutivos, tienen la sartén por el mango y el mango también”, que la consagraron como showman en los años 60. Junto a María Herminia Avellaneda triunfa en TV, como antes junto a Leda Valladares le pulsean a París y les va muy bien. Amores productivos, amores que florecían en obras, la forma más sublime y bella del amor, que es tan escurridizo como la arena. Sin embargo hubo una construcción que mezcló poemas y canciones con fotos y es ese tiempo con Sara, “ese amor que no se desgasta, sino que se transforma en perfecta compañía”.

Con ese pudor que a veces parecía rechazo, pero eran inteligencia y lucidez. Imprescindibles para escribir “Serenata para la tierra de uno”, que más de un nacionalista se le ha envidiado, porque no ha mejor síntesis de amor a la Patria que sus estrofas.

“Como la cigarra”, que sin proponérselo y superando los reparos a “París Jardín de Infantes”, se convirtió en el himno a la vida recobrada, a la memoria colectiva dispuesta a hacer justicia y no venganza.

Para una peronista como quien escribe, como para muchos compañeros / as no hay mejor poema sobre Evita que el que escribió María Elena Walsh que nunca lo fue (peronista, claro). Cómo no estremecerse con aquello de “Cuando juntas las reas y las monjas/ …Cuando hagamos escándalo y justicia/ el tiempo habrá pasado en limpio/ tu prepotencia y tu martirio, hermana”. La llama hermana porque antes ha confesado “con mis ojos la vi, no me vendieron/ esta leyenda, ni me la robaron”. Eso, María Elena, no te la robaron, ni tampoco tu propósito de cantar para que otros fueran felices, y por qué no? Para compartir tu alegría y esa tristeza honda de quien no olvida la infancia, que aunque feliz nunca es (para nadie) banal.

Y allá en el cielo de los poetas te llevaste el secreto de Manuelita: por qué nació en Pehuajó?

Se me ocurre, sin habértelo preguntado nunca, que es porque Pehuajó es la única ciudad en Latinoamérica, cuyo primer éjido urbano, fundado por Rafael Hernández, tiene nombres de poetas cada una de sus calles. Eso nos pasa por ser sindicalistas y andar homenajeando a José Hernández, y que ayudamos (como gremio) a reeditar el libro de Rafael donde escribió – entre otras – la primera biografía de su hermano, el autor del Martín Fierro. No lo afirmó, sólo es una hipótesis que a lo mejor es un juego entre el cielo y la tierra, para no sentir ninguna tristeza y pensar que estás tomando un té con Alfonsina, mientras José H., rasguea una guitarra pronto a comenzar la ronda vespertina de la payada.


Artículo publicado en la revista Escenarios, abril 2011