martes, 28 de febrero de 2012

Astor ganó

El cuento por su autora:

La anécdota original de este relato, es decir el juramento a Evita por parte del protagoinista del mismo fue cierta. Este cuento lo escribí en homenaje a mi querido amigo Enrique Oliva, que nos dejó un 28 de febrero de hace cuatro años. Con su enviadiable memoria, siempre tenía anécdotas de su vida de periodista, de sus viajes por el mundo como periodista corresponsal, con sede en París Por supuesto también de su vida de militante político, que eso fue Enrique un militante del proyecto nacional y popular, al que le puso el cuerpo, el corazón y por supuesto su inteligencia superior. En caminatas por su barrio, en interminables cafés tomados en La Biela, donde los mozos lo saludaban con cariño, y jovenes y viejos políticos, periodistas pasaban a saludarlo por la mesa, contó esta anécdota.Me produjo una emoción profunda, me acercaba a  Evita, como un ser de carne y hueso, antes de que Perón ganara la presidencia, antes del 17 de Octubre de 1945. Reafirmaba que desde el comienzo de su actividad junto a Perón , ella estuvo vinculada a los sindicatos, siendo ella misma parte de uno , el de los trabajadores radiofónicos. El resto del cuento es trabajo de evocación de esa emoción inicial; es imaginación y trabajo, mucho trabajo de corrección. Mi mayor reconocimiento fue que Oliva llegó a leerlo y aprobarlo, porque pensaba que había logrado trasmitir la idiosincracia de los personajes. En recuerdo al maestro y amigo.



ASTOR, GANO
“Y el amor y el dolor, que eran de veras, /
gimiendo en el cordón de la vereda” 
(Eva, de María Elena Walsh)

“No habrá ninguna, ninguna….con tu piel y con tu voz“, susurra como si rezara, una oración tanguera, la que ella merece. Esa piel, blanca, traslucida, que el maquillaje no lograba ocultar. Esa piel, “magnolia que mojó la luna.”... Una muñeca de porcelana, eso parecía una frágil muñeca de porcelana. “Más frágil que el cristal fue tu amor aunque el mío perdurará para siempre, se anima a confesar y sabe que muchos otros sentirán lo mismo.
Este va a ser un funeral de tango, y Astor si algo sabe es de milonga, de ”fuelles que rezongan”, de “barrios plateados por la luna” y de milonguitas afrancesadas para cobrar mejor sus favoresLuces del centro, trajes de seda, fama y prontuario, plata y amor”, como dijo el poeta.
La creyó una milonguita, una atorranta. Pero también sintió que necesitaba ayuda. Frágil, esa palabra lo ronda desde que la vio por primera vez. Un hombre de verdad puede salvar a una mujer débil, lo dice Manzi: “Varón para quererte mucho/ Varón para desearte el bien/ Varón………..“.
No era una mina[1] frágil. Esa voz, por momentosmurmullo que entibió el amor”, pero fuerte para castigar a los poderosos; cuando se enojaba era despiadada. Muchos le temían, aún cuando ya estaba enferma, porque sus ojos no dejaron nunca de mirar hasta el fondo del alma, ni dejó de putear cuando se embroncaba[2]. El también le temía, o mejor dicho temía no cumplir con las expectativas de ella, era difícil saber qué esperaba de cada uno.
Sus manos apretan el borde del ataúd, la mejoraron mucho después de muerta, hasta se parece a aquella rubia que lo paró en el bajo, cerca del Correo Central, y él detuvo el taxi seguro que salía de algún cabarute[3] y esa noche andaba medio mimoso. Tuvo el tupé[4] de creer que era fácil, como tantas en su vida. Muchachas ambiciosas de lujos y placeres; ansiosas de salir de cuartos alumbrados a kerosene y escapar del destino de sus madres llenas de hijos lavando en piletones de agua fría, que se deformaban las manos de tanto trabajar y sostener en los brazos bebes que se prendían a sus pechos fláccidos. Tuberculosas, fabriqueras que soñaban con príncipes azules y que terminaban escapándose con jailaifes[5] peinados a la gomina que las vendían entre sus conocidos. No te hagás el moralista, se dice Astor, fuiste un chorro[6], ladrón de minucias por eso te agarró la yuta[7] y te comiste cuatro años a la sombra, “bacan[8] de la ganzúa[9], por pura vocación”. Allí descubriste que había delincuentes en serio, ladrones de cosas grandes, estafadores finos que se codeaban con lo mejor de la sociedad. Nunca tan sin códigos como algunos que ha conocido en los últimos seis años y que tienen cargos públicos. Algún lagrimón rueda por su mejilla, lentamente piensa que ella no va a estar más para echar mercaderes del templo, con esa furia con que arremetía contra los transfugas y estafadores de guante blanco, arribistas, negociantes que sólo querían llenarse los bolsillos.
“Mina fiel, de gran corazón”, se jugaba por sus amigos, ese día de enero hacía mucho calor, pero la agenda marcaba que era de esas pocas tarde libre que tenía la rubia y ellos habían terminado el nuevo local del sindicato. Habían anunciado que la compañera, la Señora iba a estar presente. La gente desde temprano se había arremolinado en el salón, sólo esperaban verla, escucharla, estar cerca de ella.
-Pepe me duele la barriga- fue lo primero que le dijo al encontrarse para el acto .La barriga, la panza, los ovarios, hermosa y enferma pero no lo sabían entonces, ni ella, ni él, ni nadie. Lo único que supo es que en vez de desmayarse, en vez de irse a la cama o llamar al médico como hubiera hecho cualquiera más frágil, se fue con el diputado, con él, con José Astor, a la inauguración del nuevo local del sindicato de chóferes y allí les habló a los muchachos con esa voz entrecortada, con el dolor que la atravesaba de lado a lado, que se le clavaba como una lanza de los oligarcas, que no sabían pero después se alegrarían de su enfermedad. Ella firme, le tomaba de la mano, le pedía un vaso de agua, a él, a Astor su diputado de confianza, como gustaba llamarlo en público. Se desmayó al terminar el acto y esa fue la primera señal de su calvario.
Percanta[10], qué vas a decir Astor, se pregunta, te amuró[11] en lo mejor de tu vida? Te dejó el alma herida? No seas desagradecido, ella en verdad te dio lo mejor de tu vida rante[12]. Hasta te mejoró el alma. Pero como se notaba ese prontuario, la rubia lo sostenía con sus manos nervudas, de dedos delgados, de uñas rojas, parecía pesada la carpeta. Allí figuraban los cuatro años en cafua[13], entre caneros y pesados. Adentro salvaban, los cuentos que sabía hacer sobre minas con vento[14] y aventuras de cabaret mistongo[15]. Lo respetaron en la ranchada, era habilidoso para armar cigarrillos, arreglar calentadores, sabía apaciguar conflictos, debe reconocer que labia nunca le faltó, por eso piensa que tan mal papel no hace en la política. En el gremio nunca tuvo grandes problemas, sabía como hablarles a los muchachos, una vez el Gordo Cooke le dijo que tenía “mística”, no entendió mucho pero comprendió que era algo así como lealtad, como se la tiene a ese Gordo que sabe tanto, que ha leído y estudiado, explica tan clarito la política, aunque para su gusto le hace falta un poco más de calle, un poco ingenuo el hombre, no todos los que él cree son buenos o quieren cambios.
Ella fue la que le dijo hacete amigo de ese Cooke, ese es decente, ese no es traidor, no es ladrón, aprendé y hacé lo que te pida.
-Señor presidente moción de orden, se corte la lista de oradores-, ese era su rol, el gordo le hacía una seña, como en el truco, él levantaba la mano. Siempre igual, sin esperar un segundo, obediente. A cambio el Gordo Cooke sin que nada le obligara, le explicaba antes la importancia de las leyes puestas a votación, la estrategia, a quienes convenía dejar hablar y a quienes había que interrumpir o cortar la sesión antes que hablaran.
En fin para colmo ahora esto, la muerte como una bruja mala que se lleva a la princesa de los cuentos. “Estercita y Mimi como Ninon dejando sus destinos de percal vistieron al final mortajas de rayón, al eco funeral de tu canción”. Qué solo te vas a quedar hermano, a ella le preguntabas las cosas importantes, ella te alentaba, vas bien Astor, cumpliste la promesa, seguí así.
Linda y fatal. En medio de la madrugada el pelo rubio, los guantes largos de seda, el tapado de piel y el vestido negro, ajustado, todo eso daba para pensar. No reparó en el carácter, pensó en cómo se la levantaba, y después en cómo sería en la cama. Pilchas[16] de bacana, tendrá un otario[17] para pagar las cuentas. Subió segura y dio una dirección en plena Recoleta, calle Posadas, era una atorranta de barrio que picó alto, su sabiduría de calle le dictó la conclusión. Olía bien y decía las cosas cortante, segura. Mucho vento debe tener el tipo, cuanto más dinero más orgullosas se ponen las minitas. Si sabría él de mujeres, de vida de la noche, champaña, fiolos y mantenidas “Noches de fandango, copa a copa, embalado en la locura del alcohol y la amargura” Debe confesarse que siempre fue medio tarambana[18]. De chico le tocó ver como su hermana la mayor, la más linda, se enganchaba con un supuesto bacán que la puso en un cotorro[19] a trabajar de puta La abandonó en la calle cuando ya estaba media estrolada[20]. El y la madre se compadecieron y la llevaron a la pieza del conventillo, al tiempo tuvieron que internarla en el loquero porque el chancro[21] se le subió a la cabeza. Le van a hablar de pobreza y de injusticia, se peleó a puñetazos con el capataz de la fábrica cuando aun no tenía prontuario quedó en la calle, empezó a jugar y a malograrse, aunque en la fábrica y en el conventillo conoció a muchos anarquistas, gente buena, luchadora.
Después se dedicó al choreo con un socio que lo traicionó y pagó en la cárcel las culpas de los dos. Eso si lo suyo nunca fue la violencia, siempre sin armas, siempre de parla, soñaba con ser un estafador de esos capaces de vender buzones, o los internacionales como los que se veían en las películas y que conocían a una mina rica que se enamoraba de ellos y los redimían.
En parte ese sueño se cumplió, el fue redimido por una mujer; aunque nunca se haya enamorado de él, pero confiaba, qué cosa rara esto de que una mina sea una amiga, más fiel que los amigos que tuvo en su vida. Eso si exigía la misma lealtad que ella tenía para su gente, sobre todo lealtad a la Causa, así con mayúscula, a su marido, pero sobre todo a sus grasitas, como los llamaba y hasta la voz se le enternecía y la mirada se dulcificaba.
 Desde esa noche, que paró el taxí, esta que mira en el ataúd le rompió los esquemas, le dio vuelta el marote[22], ”mina que te manyo de hace rato”, pero era distinta. Como todas las de la calle, las pobretonas, pero diferente. Comenzó a darle conversación, a preguntarle si era el dueño del taxi, cuantas horas trabajaba por día, -Seguro más que vos - fue la última vez que contestó de esa manera. Desafiante ella le dijo -Y vos qué sabés de mi para decir eso - se quedó esperando la respuesta. -Decía nomás, seguro venis de divertirte y vas a dormir hasta tarde- apenas farfulló. Allí aprendió algo de su carácter -Sos un ganso- dijo ella casi con ternura, -Un pobre tipo que se cree vivo, a ver estás en algún sindicato?, sabés cuáles son tus derechos?, pero te haces el piola con una mina que no te puede partir la jeta de un tortazo- El trató de conciliar. -No quise ofenderte pebeta-, todavía se creía con posibilidades de terminar la noche en un bulín mistongo, en la calle Posadas, porque si de algo le servía la experiencia es que los otarios que pagan cuentas duermen con sus esposas, no con las milonguitas -Ninguna pebeta, a mi me llamás señora-, retrucó con fiereza. Lo puso en su lugar, era raro lo que le pasó esa primera noche, de sentirse ganador cuando la vio parada con el tapado de piel, en medio de la noche y debajo del sombrerito brillaban sus cabellos rubios, como una aparición en la noche fría y neblinosa. Se creyó un ganador y después de lo que ella le dijo un gilastrun[23] que se hacía el vivo con las minas creido de su pinta gardeliana.
Siguió azuzándolo con eso de que tenía mente de esclavo, de los derechos y las ocho horas de trabajo, y estaban ya en la puerta del edificio, pero no se bajaba, -Sos de la Capital- dijo entonces la rubia. -No, señora, vine de Cnel Pringles, allí nos moríamos de hambre después que se murió mi viejo, así que vinimos del campo a un conventillo, mi vieja y mis hermanos, todos amontonados-.
-No querés mejorar en la vida- dijo y le pareció un chiste, casi una burla, no le iba a decir que trabajaba de peón de un comisario, porque a un tipo con su prontuario no le daba trabajo nadie, así que el dueño de ese y otros coches lo tenía bien agarrado. Pero ella se impuso y le pidio nombre, apellido, anotó en un papel. El se puso algo inquieto, pidió disculpas por si la había ofendido. Estoy jugado pensó Astor, si me denuncia puedo ir en cana, pero ella siguió, -Viste donde te paré hoy, ahí en el Correo, tengo una oficina, vení el martes próximo y traete dos o tres taxistas, peones como vos, nada de patrones, peones, entendiste– y lo miraba fijo sin bajar los ojos. -Venite a eso de las cinco de la tarde, te voy a enseñar lo que es trabajar- y le extendió una tarjeta, leyó el nombre y ahí la reconoció, había salido en las tapas de las revistas, esa voz la había escuchado en la radio, ahora andaba con ese Coronel de la Secretaria de Trabajo y Previsión.
Pensó en Malena cuando ella desapareció detrás de la puerta y si aquellos versos de ”te siento más buena, más buena que yo”, se los habría inspirado una mina como esta, “a yuyos del suburbio su voz perfuma, Malena tiene pena de bandoneón”.
Ahí metida en ese cajón, tan flaquita, tan sola, tan muerta, seguro que fue más buena que él, que todos, no la podía ver tan enferma, tan dolida, tan sin consuelo por tener que dejar cosas sin hacer, -Astor- y le tomaba la mano cuando la visitaba, -no me queda tiempo, qué lástima que me voy a morir, festejan los oligarcas?, Decime, festejan, no?- Y él que le decía -Señora que van a festejar, todos quieren que se mejore, va a ver que fiesta hacemos no nos va a alcanzar la Plaza de Mayo- Se iba llorando, el que se bancaba cualquier cosa, lloraba como una mina, lloraba por la linda rubia que subió una madrugada en su taxi y nunca se fue de su vida, ni ahora que está en ese jonca[24], rodeada de flores, de crucifijos, de bronces. Ella estaría asustada de tanto silencio, de tanta pompa; afuera están sus grasitas, llorando, rezando de rodillas bajo la lluvia, esperando -porque no la han visto en el cajoncito- el milagro, no puede ser que se muera, ella va a volver, ella no se puede ir, ella no puede dejarme, se atreve a pensar, quisiera abrazarla y sacarla de allí, llevarla lejos, hacerla feliz....qué estas pensando chabón? “La voz triste y sentida de tu canción desde otra vida me dice adiós, adiós”.
El fue aquel martes, con la esperanza de levantarse una actriz, o no sabía muy bien que yeite[25] era ese; se llevó dos peones más jóvenes, por las dudas tuvieran que hacer algo esforzado.
Los recibió detrás de un escritorio, tenía el pelo suelto y ropa informal, parecía una jovencita y no la mujer sofisticada de aquella noche que paró el taxi. Volvió con el tema de lo importante de organizarse en sindicatos, que los chóferes no tenían defensa ante los patrones y que el Coronel y ella querían darnos una mano y que ella me había pedido a mi Astor que los llevara a ellos, los otros que miraban asombrados de ese lenguaje, para que formáramos una comisión y que yo o sea Astor, fuera el Secretario general del gremio. A esa altura entendí, y el otario en ese lugar era yo, pensando en levantes, ella me estaba dando una oportunidad y ahí recordé el prontuario.
Entonces le pareció que debía decirlo antes que ella lo descubriera. -Señora, puedo hablar a solas con ud-, lo llevó a un rincón más apartado, -Qué querés te da miedo, arrugaste, sos un flojo- lo apuraba desafiante. -No señora lo que pasa es que tengo prontuario- casi no se oía, parecía que se confesaba. Se acordó del tango y lo único que le faltaba era ir a misa e hincarse a rezar. “Me miran sin comprender”, los muchachos que iban con el tampoco entendieron mucho, pero se quedaron hasta que ella lo llevó aparte nuevamente, esta vez a otra oficina. En sus manos la fatídica carpeta. -No sos un niño de pecho- le dijo sobradora, -pero tampoco un gran canalla- Eso le dolió un poco. -Todo lo podemos arreglar, pero vas a tener que prometerme algo-. Se sintió desnudo ante la rubia, ella sabía todo lo peor de él, pero se dio cuenta que no lo juzgaba. Así como la vio escuchar, abrazar, ayudar a los más pobres pero también no darse cuenta de algunos aprovechados y vivillos que no merecían ni un minuto de su tiempo. Se abatataba[26], él Astor, el diputado, frente a ella y no se animaba a decirle que la rodeaban algunos avivados. Ella podría acordarse del prontuario y decirle que no tenía derecho al pataleo.
Igual ya no hay tiempo. Un verdadero pastenaca[27] se sintió frente a esos oportunistas que trataban de trepar colgados de su pollera.
Un ejemplo el lío que se armó con la discusión del voto de la mujer. Hubo peronistas que no  estaban convencidos de darles derecho político a las mujeres,
Tuvo que ir ella en persona y quedarse hasta el final, escuchando cada palabra que se decía en el recinto. El se animó a hablar. Fue cuando alguien de la contra los quiso hacer callar y él le dijo: -No nos callamos nada, estuvimos callados mucho tiempo y gracias a Perón y a Evita los que siempre nos callamos ahora hablamos, y es notable que ahora quieran impedir que hablen las mujeres, son nuestras hermanas y trabajan como cualquiera de los que estamos acá, por eso estoy a favor del voto de las mujeres-. La rubia aplaudía desde la balconada, y también, el Gordo Cooke lo aplaudió, a él a José Astor el que tuvo prontuario. Finalmente la ley 13010 obtuvo el voto de todos. Que alegría tenía ella, hasta se sonreía, lo abrazó y lo felicitó por el discurso.
La misma rubia que aquella tarde, rompió el prontuario en muchos pedazos liberándolo de su pasado, de sus cadenas, que le tomó la mano y le dijo -ahora me vas a prometer algo- y él Astor le dijo -lo que quiera señora-, -lo más importante es que lo cumplas-, y el contestó -se lo juro por la vieja que es lo que más quise en la vida-, -entonces me vas a prometer que se acabaron las fulerías[28], que de ahora en más vas a ser un hombre decente-. Casi como si todavía la escuchara, ahora allí frente al cadáver, a solas con ella como esa tarde, se lo vuelve a prometer, con la misma emoción, sólo un agregado las lágrimas que corren por sus mejillas, los sollozos que sacuden su cuerpo. De rodillas ante el cajón reitera el juramento que ya nadie le pedirá y que él Astor volverá a cumplir hasta el último día de su vida.

                                                                                              Antinoo


“Las fraces entre comillas son letras de tango


[1] Mina: Se llamó incialmente en lunfardo a la mujer del ladrón. Hoy es sinónimo lunfardo de mujer.
[2] Embroncaba: , <Del castellano bronca, disputa ruidosa o contienda. Causar enojo.
[3] Cabarute:Cabaret.
[4] Tupé: Atrevimiento, desfachatez
[5] Jailaife: petimetre. De la expresión inglesa  hig life “alta sociedad”. Acicalado y elegante.
[6] Chorro: ladrón. Del caló choreo: robo, hurto.
[7] Yuta:: Yusta del italiano jergal, policía.
[8] Bacán: Dueño de una mujer.. 2Muy rico y lujoso (del genovés).
[9] Ganzúa: Alambre fuerte y doblado por una punta para abrir las cerraduras.
[10] Percanta : amante, compañera.
[11] Amuro:Incumplir una cita o dejar plantado. Aprisionar, encerrar en la cárcel. Abandonar. (del genovés amurra:encallar; italiano murare encerrarse en la propia casa).
[12] Rante: atorrante.
[13] Cafúa: cáarcel, lugar de detención.
[14] Vento: dinero.
[15] Mistongo:mishio : pobre (del genovés: miscio, seco).

[16] Pilchas: prenda de vestir (termino común en el gauchesco como en el lunfardo).

[17] Otario: tonto, sujeto que reune las características para ser víctima de una estafa).

[18] Tarambana persona alocada, de poco juicio.

[19] Cotorro, aposento de soltero. Bulín.

[20] Estrolada: golpeada, castigada.
[21] Chancro Lesión cutánea se tipo ulceroso típica de ciertas enfermedades venéreas.

[22] Marote , cabeza (del francés marotte, cabeza de cartón o madera para probar pelucas o sombreros).

[23] Gilastrun, gil: bobo, tonto.

[24] Jonca: cajón al revés.

[25] Yeite, ganga, negocio.

[26] Abatatar: turbarse, perder la serenidad. Asustarse.

[27] Pastenaca:, tonto, del napolitano significado zanahoria.

[28] Fulerías, fulero: malo, falso.

jueves, 16 de febrero de 2012

Chau Flaco...

Lo que siempre quedará en mi corazón...

Muchacha ojos de papel
1969

Muchacha ojos de papel,
¿a dónde vas?
Quédate hasta el alba.
Muchacha pequeños pies
no corras más,
quédate hasta el alba.
Sueña un sueño despacito
entre mis manos
hasta que por la ventana suba el sol.
Muchacha piel de rayón
no corras más, tu tiempo es hoy...
Y no hables más, muchacha
corazón de tiza,
cuando todo duerma te robaré un color.
Muchacha voz de gorrión,
¿a dónde vas?
Quedate hasta el día.
Muchacha pechos de miel
no corras más,
quedate hasta el día.
Duerme un poco y yo
entre tanto construiré
un castillo con tu vientre
hasta que el sol, muchacha,
te haga reír hasta llorar.
Y no hable más muchacha
corazón de tiza,
cuando todo duerma te robaré un color.



miércoles, 15 de febrero de 2012

Cuando un amigo se va...


En un día casi primaveral, 21 de Abril de 2010 a los 71  murió mi amigo el poeta, escritor, linguista especializado en guaraní, Carlos Martinez Gamba. No siento el dolor aún , sólo la certeza que ya sabíade la proximidad de la partida. Que lo dejé ir, agradeciendo haberlo conocido, marcó muchas cosas en mi vida.

 El aliento no sólo para escribir sino para publicar, su maravillosa biblioteca y las  extensas charlas literarias que mantuvimos tantos y tantos veranos, tomando champaña sentados en sillones de mimbre en la puerta de su casa. El descubrimiento de la cultura guaraní, las primeras lecturas de historia paraguaya y guaranítica, las discusiones que estas lecturas suscitaban. Mi cursada de maestría en Oberá que tuvo que ver con la inmensa curiosidad que despertó en mi todo lo referido al tema de la relación entre jesuitas y guaraníes. Me contagió su amor a  esa cultura, su devociíon al idioma y su decisión absoluta casi como un sacerdocio de dedicarse a escribir en esa dulce y maravillosa lengua, de la cual no se pronunciar una palabra. Sus traducciones de mis cuentos “Cabeza Coronada de laureles” y “Yuyitos para el amor lejano”, aunque no los entienda ,  ahora se que están traducidos al francés y al guaraní y eso perdurará eternamente. Así como las visitas a las ruinas de San Ignacio, Loreto y Santa Ana. El haber conocido Oberá y allí a Ernesto.
Debo confesar que yo creí siempre en su convicción de que le esperaba un destino  de longevidad , pero en eso me engañó. Generoso en sus conocimientos, absolutamente tacaño ., en primer lugar consigo mismo, en lo que tenía que ver con el dinero. Las familias y personajes que él me hizo conocer alimentaron y aún lo hacen mi propia literatura, son inolvidables y se han eternizado en el papel impreso.
 También me dejó como legado una amiga,Nela, que fue su mujer por veinte años.Sus hijos Rodrigo que vive en Misiones, Demian que habita en Colombia y Fedra, trasplantada y con una familia encantadora en Suecia.
 Esos atardeceres del alto Paraná, con el canto del urutau, y su inclaudicable voluntad de señalarme árboles y darme su nombre en ambos idiomas y mi terca imposibilidad de aprender ni siquiera en castellano el nombre de esos árboles ni tampoco de los pájaros, que él reconocía por su canto.Esos eran sus regalos capesinos, como los llamaba. Un diccionario de pájaros le regalé un verano; las novedades de las librerías, cargaba en mis valijas cuando lo visitaba (hasta recortes de diarios y revistas) “los regalos de una porteña”, que esperaba y devoraba en lecturas maratónicas.
 Quedarán sus obras, el diccionario guaraní castellano que sus herederos deberán publicar, el honor de haber sido Premio Nacional de Literatura Paraguaya, con ese relato de 900 páginas sobre la Guerra de la Triple Alianza. Donde plasmó su admiración al Mariscal Solano Lopez, y el amor a su tierra de orígen.Llevo en mis oídos sus fragmentarios relatos sobre las batallas de Curupaity y Humaita, que me trasportaban a mi infancia, los veranos en Gualkeguay con los poemas  recitado por mi abuela Pancha sobre el Paraguay que venía a la memoria cada vez que hablaba con Carlos.
 Su maravilloso trabajo de “El Canto resplandeciente”  que también perdurará por muchos años, un trabajo lleno de amor y dedicación. Siento que debo escribir la novela de los jesuitas y terminar la de “Según pasan los años” porque le gustaría leerlas. Todo el último tiempo de su vida ya no era él o sólo quedaban fragmentos, la ceguera fue algo terrible, padecemos ambos de diabetes, pero como con Manuel debo ahora vivir por unos cuantos: Manuel, Enrique P. , Enrique O. , Carlos Martinez , Alberto S.,Jorge G. a todos ellos les agradezco haberlos conocido, fueron a su manera seres que me hicieron crecer, aprender y gozar. 
Mis amigos han muerto, vivan mis amigos por siempre guardados en mi corazón.



EL SALTO BERRONDO, Y COMO TARZAN Y JANE SE AMARON DESCARADAMENTE GRACIAS AL CHAMAN MARTINEZ GAMBA.

Se escuchan los pájaros, cantos diversos, hay aquí  una  multiplicidad de aves, nunca pude reconocer sus cantos, desde el ruiseñor y la alondra que confundían a Romeo y Julieta . Por más que regrese verano tras verano, no logro distinguirlos. Uno sólo que se escucha al atardecer: el urutau  me es familiar, por su matcado llanto, por aquel poema de Guido Spano que recitaba mi abuela   en atardeceres provincianos: “llora, llora urutau/ en las ramas del yatay/ ya no existe el Paraguay/ donde nací como tu”, pero no es un llanto, pontificaba el poeta guaraní, es  una llamada de amor. Misterios que nunca he querido develar, esto del llorar o el llamar.Me bastaba sentarme a orillas del Alto Paraná, en su compañía y reconocerlo, “allí está el urutau”.
Siempre los porteños confundimos todo. Otro sonido poderoso es el del agua que cae, en Iguazúse justifica allí  son cataratas. Este del Berrondo es un salto.Comparado con aquellas, un saltito, pero sonaba fuerte. También están los saltos del Moconá, saltos longitudinales sobre el río Uruguay, otra rareza . Otros, como los de caída corta, pero sonoros del Cuña Piru. Llegamos al del Berrondo, esa última vez,   porque Martinez Gamba me tomó de un brazo cuando empezaba el sacerdote a hablar al borde del hoyo en la tierra y me hizo subir al auto.
Una vez , la primera que  escuché y llegué hasta su orilla llovía así que apenas se escuchaba la caída. Porque el agua del salto y la lluvia eran una sola. No entendía qué hacíamos allí mojándonos , acababamos de llegar de Puerto Rico y me mandaste con ese jovencito a conocer  las cosas interesantes del pueblo dijiste socarrón;“la ciudad” completó él para que no me confundiera  en cuanto a la diferencia con Puerto Rico. Llovía  con ese calor húmedo de los climas tropicales; más que hacer recorridos turísticos   yo solo quería saber qué iba a pasar esa noche , 31 de diciembre tan lejos de los míos, creída que lo pasaríamos en el alto Paraná, pero de golpe y a través de unas sierras espléndidas llegamos a la ridícula casita alpina en los suburbios de Oberá donde una Fanny recelosa me miró cómo diciendo desde la mirada: de dónde sacó esta tipa que yo no la conozco y por qué trae a sus mujeres a esta casa.
 Después apareció la profe, de anteojos y pelo casi blanco, que ennmudeció al verme como si fuera un riesgo no calculado para esa visita de “saludos de fin de año” y empecé a intuir que me habías llevado para provocarle celos. Aunque a esa altura y por mi insistencia le dijiste a Fanny que yo no dormía con vos, por lo tanto me pusiera en otra cama.
 La segunda vez que fui al Berrondo el sol brillaba y eran apenas  unas doce horas o quince, después de la primera. Y allí el sol se filtraba a través del follaje y los verdes eran infinitos, nunca me había  fijado en  tantas posibilidades de verdes . Después cuando me hice habitué a la provincia lo encontré en muchos lugares y pude ver la última cosa parecida a la selva en El Soberbio, lugar de acceso a los saltos del Moconá  y bastante llena de claros que indican desmontes irregulares y clandestinos, aunque tolerados por autortidades y habitantes.
 El amanecer del primero de año había mucha hostilidad en la casa; Federico tomaba vino debajo de un árbol y Martinez aplicando la solidaridad de los machos, tomaba junto a él. Fanny lavaba ropa con mucha energía, tal vez era otra cosa lo que quería expresar pero no se animaba. Nosotros sin casi decir una palabra avisamos que nos íbamos al Salto, Carlos quizá para compensar conmigo  la tensión del ambiente nos prestó su auto. Aunque el sol brillaba y la temperatura era alta , casi no había gente en el Berondo, magia del primer día del año que retrasa la salida de casi todos por los sopores etílicos y las indigestiones varias.
Bajábamos hacia el salto, al que también  quiero acceder en este momento, pero el sol no brilla y solo está Martinez sentado en un banco leyendo. En aquella segunda visita el joven guía se detuvo  ante una vegetación que cubría el manantial de agua .Hiciste un cuenco con tus manos poderosas a pesar de tu juventud, y me ofreciste de beber, agua fresca y cristalina. Nunca me animé a decirte que jamás había tomado agua de las manos de un hombre , después fue tarde, ahora ya no  podré decirlo jamás. Tomaste una ventaja que nunca sospechaste. Esa agua iba purificándome, era como una preparación antes de entrar al templo, siempre que regreso al salto aparece el sentimiento de lo sagrado.
 Ahora también deberé sumarle el recuerdo de dos almas que han partido y quizá espían a través del follaje, y se hacen chistes cómplices sobre la torpeza de las porteñas maduras. Si aún me quedara valor para regresar, para volver a escuchar el sonido del agua al caer, fijarme si los verdes siguen siendo tantos o sólo la magia de mis acompañantes permitía que los apreciara.
La ausencia de visitantes permitía aquella mañana, estreno de año nuevo, escuchar a los pájaros y el sonido incansable del agua cayendo, cayendo. Te mostrabas  orgulloso de mis exclamaciones, del placer que debía reflejar mi rostro de mujer entrada en años pero capaz aún de asombrarse como una jovencita. Tu eras el dueño del paisaje de Oberá, aunque Martinez sería para mi siempre el dueño de todos los paisajes misioneros, aunque el era de la otra orilla, esa que vemos del otro lado del río, en el Alto Paraná. Llora llora urutaú/ en las ramas del yatay/ ya no existe el Paraguay/ donde nací como tu/ llora llora urutaú!! Regresa el poema y el recuerdo de todos a los que se los escuché decir.
Aunque esa mañana debí acordarme de esta parte del poema.  “En idioma guaraní/ una joven paraguaya/ tiernas endechas ensaya/ cantando en el arpa así /en idioma guaraní “Como un joven fauno me afreciste tu brazo para emprender la caminata entre las piedras resbaladizas y quedar por detrás del salto.
 Años después Carlos me tomó del brazo para llevarme al auto y desde el cementerio ir al Berrondo, y volvió a tomarme fuerte del brazo para llevarme hasta la bajada. “llora reina, llora tranquila, nadie te apura”, me dijo como marcando eso que yo se que es el otro ritmo, el que no tiene que ver con la ciudad, ni siquiera con los blancos de la provincia, “los gringos”, que se apuraron en hacer plata, en producir. Tiene que ver con esos que ya estaban, con los de la cultura del “don” como diría don Bartomeu Meliá, el sabio jesuita.
Un tiempo circular, un tiempo que acompasa las estaciones, un tiempo que tiene la neblina y el resplandor, como parte del todo, un tiempo para sembrar, para madurar, para cosechar, para comer y repartir en la fiesta que es la vida y el encuentro, para después recomenzar y recuperar con más trabajo, que se justifica sólo  para que se produzca  otro encuentro y  una nueva fiesta.
Y  fiesta era hablar con Martinez de la historia del Paraguay, de la historia de las Misiones, de la literatura rusa, y pelearse por esas diferencias políticas,  burlarme que  comprara sobretodos como si fuera a la Plaza Roja, y   viviera en el trópico, mientras las bufandas, abrigos y gorros de lana se apolillaban en baúles, debajo de las bibliotecas de su casa. Pero es cierto que añoramos lo que no tenemos, quizá le contagió a Fedra, su hija esa nostalgia, ella eligió Estocolmo para formar una familia.
Fue una fiesta del don y también de la venganza aquellos encuentro amorosos con el fauno joven, inexperto, angustiado, una fiesta de piel como la del durazno, de músculos firmes, cómo entendí a mis compañeros los hombres, su imposibilidad de rehuir a jovencitas de carnes firmes , inexpertas, esa magia de la pedagogía. Lo que nunca se cuenta, que también nuestras pieles se notan más arrugadas y nuestros músculos flaccidos.  Pero no eras un sueño, ni un fantasma surgido desde la neblina presente en todo amanecer de la tierra colorada, eras carne y sangre, huesos, todo eso destrozado en una ridícula moto en esa ruta de suaves pendientes. Por eso Martinez me sacó del cementerio y me llevó al Berrondo.
Solo él supo, y Fanny que descubrió la carta, el hipócrita Federico que se escandalizó porque por primera vez su hijo lo pudo con una hembra. Tan bello  esos encuentros bajo el cielo estrellado de Oberá, “el mejor cielo del mundo”, suspiraste en mi oido. Y debí sacarte de la mezquindad familiar, traerte casi como un hijo a Buenos Aires, pero fui cobarde,en ese tu paisaje, no quise quedar en ridículo.
 Martinez reía y se mesaba las barbas entrecanas, y me escribía “me pidieron explicaciones mis amigos, por lo que le habías hecho a su hijo”, hacer hicimos mucho, mirando atardeceres y cielos estrellados debajo de los cuales nos tomamos de la mano, éramos tan insignificantes. Le contestaba en largas cartas a Carlos, otra cosa que ahora custodio, nuestra correspondencia , hecho singular y meritorio en un mundo que escribe mails.
Fuiste mi hombre, mi hijo, mi guía, pequeño Ernesto. Ese nombre claro , por el otro por Guevara
 que tus padres ayer jóvenes idealistas depositaron en ese pedacito de carne que fuiste y que era producto de la pasión ,hoy gastada , que hubo entre ellos. Esos que no pueden entender que vos y yo, en fin sería pedir demasiado, esos te pusieron Ernesto. Nunca soñaste con sierras y metralletas, querías ser ingeniero, preparar autos de carrera para competir en el autódromo de tu ciudad, ser un radioaficionado toda tu vida, tener niños y conocer el gran amor. Pero la vida fue mezquina y te abandonó en la ruta, y ya no hubo carreras de autos, ni muchacha embarazada.
Lo peor es que en poco tiempo los perdí a los dos, “el abate joven de los madrigales y el vizconde rubio de los desafíos”, diría el gran Ruben, pensando en él mismo tal vez??, se consideraba una marquesa??? morena y gorda????Es más fácil para mi pensarlo así.
 Cómo pensar en la literatura rusa, o en Hermann Hesse , cómo escuchar guaraní, o valses tristes sin Martinez. Es como enterrar los Winco para siempre, No poder regresar a sentarse en la orilla del alto Paraná. No tiene sentido recorrer miles de kilómetros para llegar a la tierra colorada si no veo su silueta, mesándose la barba de patriarca y el brillo oscuro y astuto de sus ojos. Los verdes no podrán ser tan brillantes y la verdad se me ha ido el interés por las selvas de cualquier tipo. No me interesa el urutau, sin el chaman que me develaba el secreto de la tierra. No me importa más ningún salto si el joven descendiente de eslavos no está parado sobre la roca cual un Tarzan rejuvenecido y vigoroso. Es el adiós definitivo a la juventud. Otros horizontes más sofisticados busco para mi vejez en avance.
No hay remedio para la ausencia, no hay nada que pueda llenar el vacío que dejan los amigos cuando se van. 
 A veces miro cielos estrellados y me parece verlos a ambos entre los millones de puntos luminosos, empujandome ha terminar mis deberes terrenos y prometiéndome encontrarnos en infinitas selvas sin desmontar, con saltos de aguas impolutas.  Siempre jóvenes, siempre sanos, sin ninguna mácula, ni herida, ni dolores del cuerpo ni del alma, contemplando juntos y en paz infinitas tonalidades de verdes. Se me ocurre entonces  murmurar “hasta pronto amigos”.
                                                                                        Leticia Manauta